El 5 de septiembre, se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el papel fundamental de las mujeres indígenas en la preservación de los conocimientos tradicionales y la protección de la biodiversidad. Estas guardianas de la cultura no solo luchan por la supervivencia de sus comunidades, sino que también encarnan la resistencia frente a siglos de discriminación, despojo y violencia.
En un rincón profundo de la Amazonía colombiana, el sonido rítmico del mortero resonando contra la yuca marca el inicio de una celebración ancestral: el Baile de la Chucula. Este evento, liderado por mujeres muinane como Doña Lidia y Doña Isbelia, es un símbolo de resistencia cultural, una afirmación de identidad, y una conexión profunda con la tierra y sus recursos. Sin embargo, detrás de cada danza, cada alimento preparado y cada canto, hay una historia de lucha, sabiduría y transmisión de conocimientos que merece ser contada.
Las mujeres indígenas han sido históricamente las encargadas de transmitir los saberes ancestrales de sus pueblos. Son las portadoras de las tradiciones espirituales, la historia, la filosofía y las técnicas de manejo sostenible de los recursos naturales. Desde temprana edad, las niñas aprenden de sus abuelas y madres a trabajar en la chagra, a conocer las plantas medicinales y a participar en rituales que celebran la conexión entre la comunidad y la naturaleza.
En la Amazonía, la yuca no es solo un alimento básico; es un símbolo de resistencia cultural. Existen más de 10 variedades, cada una con un propósito específico dentro de la vida cotidiana de las comunidades indígenas. La yuca brava, por ejemplo, aunque venenosa, es procesada con técnicas transmitidas por generaciones para convertirse en bebidas, fariña y casabe. Este conocimiento es mantenido y protegido por mujeres como Doña Lidia, quienes enseñan a las más jóvenes no solo cómo preparar estos alimentos, sino también cómo comprender el ciclo de la vida en la selva.
A pesar de su papel vital, las mujeres indígenas enfrentan altos niveles de violencia y discriminación debido a la combinación de patriarcado, racismo y colonialismo. En muchas comunidades, las mujeres han sido relegadas a roles secundarios, privadas de acceso a la tierra y a espacios de toma de decisiones. Esta situación se ve agravada por la amenaza constante de despojo territorial, la explotación de recursos naturales y la violencia ejercida por actores externos.
En el norte de la Amazonía, por ejemplo, las mujeres indígenas luchan por mantener sus tierras y sus formas de vida en medio de un contexto de pobreza, exclusión y violencia. Enfrentan desafíos relacionados con la violencia doméstica, el acoso y la persecución por defender los derechos de su comunidad. Sin embargo, estas mujeres no se rinden. A pesar de los obstáculos, continúan liderando procesos de resistencia, organizándose en redes comunitarias y reclamando su derecho a una vida digna y en armonía con sus tradiciones.
El rol de las mujeres indígenas en la producción, salvaguarda y mantenimiento de los conocimientos tradicionales es innegable. Sin embargo, estos saberes están en riesgo de ser explotados o apropiados por intereses externos. En algunos países, los recursos culturales y naturales, incluyendo objetos sagrados y conocimientos medicinales, son utilizados sin permiso para fines comerciales. Este saqueo no solo pone en peligro la integridad cultural de los pueblos indígenas, sino también su capacidad para transmitir estos conocimientos a las futuras generaciones.
Es crucial que las voces de las mujeres indígenas sean escuchadas en la formulación de políticas culturales y ambientales. Necesitamos marcos legales específicos que garanticen que las mujeres indígenas puedan beneficiarse de sus propios conocimientos, impedir su uso ilícito y recibir el reconocimiento internacional que merecen. En un mundo que enfrenta crisis ambientales y sociales sin precedentes, los conocimientos indígenas y locales son una fuente invaluable de soluciones sostenibles.
En este Día Internacional de la Mujer Indígena, no solo celebramos a estas mujeres como guardianas de la cultura, sino también como líderes en la defensa de sus territorios y sus derechos. La historia de Doña Lidia y Doña Isbelia, y de tantas otras mujeres en la Amazonía, es un testimonio de la resistencia frente a siglos de opresión, pero también una llamada urgente a proteger y apoyar sus luchas.
Desde iniciativas para salvaguardar la yuca y sus derivados hasta la organización de eventos como el Baile de la Chucula, estas mujeres nos enseñan que la conservación no es solo una cuestión técnica o científica. Es, ante todo, una cuestión cultural y espiritual, arraigada en la relación entre las personas y la tierra que habitan. En cada semilla plantada, en cada receta transmitida, se encuentra la clave para un futuro más sostenible y justo.
Hoy, más que nunca, necesitamos alzar nuestras voces junto a las de las mujeres indígenas. Apoyemos sus esfuerzos para preservar sus conocimientos, protejamos sus derechos y aprendamos de su sabiduría. La lucha por la justicia climática y la conservación de la biodiversidad comienza reconociendo y valorando los conocimientos indígenas y locales, liderados por las mujeres que han sido y seguirán siendo el corazón de sus comunidades.
En el eco de cada canción, en el aroma del casabe recién hecho, y en la mirada de las mujeres que trabajan incansablemente por su comunidad, se esconde una verdad profunda: cuidar de la cultura es cuidar de la vida misma.